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Caso Solano: su vida, su desaparición y el regreso al jagüel






Daniel Solano fue visto por última vez alrededor de las 3.30 de la mañana del sábado 5 de noviembre de 2011 afuera del boliche bailable “Macuba”. Cuentan que había bebido. Que estaba de fiesta. Faltaban dos días para que él y otros 150 compañeros que trabajaban para la empresa “Agro Cosecha” iniciaran una inédita huelga en reclamo de haberes adeudados.
Tenía 26 años. Venía de un hogar humilde de Salta pero no por eso le faltaba educación. Era su segundo año como golondrina en el Alto Valle. Una práctica laboral brutal que implica que los trabajadores viajen durante días en colectivos destartalados desde el norte del país hasta Río Negro para operar en la fruta, la cebolla y otros productos. Durante cuatro o cinco meses duermen hacinados en galpones llamado gamelas. Uno pegado al otro. Sobre el suelo. 150 personas. 1 baño.
Para Solano esto no se salía de la norma, pero como era bueno en matemáticas, un día descubrió que los patrones les adeudaban en concepto de horas extras y otros ítems alrededor de 1000 pesos a todo el grupo del 2011. Intentó explicárselo en la oficina de administración y lo atendieron en una escalera. No hubo acuerdo posible. Entonces, él y un puñado de operarios organizaron un paro para el lunes siguiente. Un hecho controversial e insólito para los estándares de las empresas del sector que contratan golondrinas.
Hace unos años, un amigo, micro empresario del Alto Valle, decía: “sin trabajo en negro, esto no es negocio. Parte de la ganancia radica en explotar a la mano de obra. Los bolivianos explotan a su familia. Los empresarios locales explotan a los norteños, así funciona”.
Entonces, no hay seguros de vida, no hay jubilación, no hay obra social, no hay feriados, no hay comodidades de ningún tipo, no hay descanso por accidente.
Los golondrinas son custodiados por guardias privados que, en caso de que alguien genere conflicto, se ocupan primero de hacerlos escarmentar y en última instancia de expulsarlos a su lugar de origen. Los escarmientos están a la orden del día, cuentan.
Solano sabía de números. No podía ser engañado como tantos otros que dejan el cuerpo y las manos en las siembra, y no saben leer ni escribir. Pero su saber y su osadía podía cobrarle un precio. Y lo hicieron. Sus tíos y amigos que lo conocían se lo dieron entender. “Este fin de semana no salgas”, le dijeron. Temían una golpiza o su muerte. Allí, en esas condiciones, no se juega. Pero Solano era joven y divertido y salió. Relatan que no andaba con dinero pero le invitaron muchos tragos. ¿Quién? Otra persona asegura que andaba a los empujones. Probable. Nada fuera de lo común en un boliche tropical.
Tres policías de Río Negro lo sacaron a los golpes del boliche. Hay numerosos testigos. Afuera continuaron golpeándolo al punto de que una joven reconoció haber gritado: ¡lo van a matara!. Lo subieron a una Eco Sport. Una pareja que estaba en el lugar y había ido en moto los siguió. Llegaron hasta la llamada Isla 92, un balneario municipal. Allí le perdieron el rastro.
El cuerpo de Solano nunca fue encontrado. El abogado de la familia Sergio Heredia pasó años afuera del Palacio Judicial en Choele Choel reclamando justicia junto a los familiares del joven. La investigación tuvo elementos tragicómicos: Las primeras pesquisas fueron encargadas por la jueza Marisa Bosco, pero quienes se ocuparon de llevarlas a cabo eran los mismos policías sospechados de haber hecho desaparecer a Solano. Bosco llegó a decir que el joven podía estar en “Bolivia”. ¿Por qué no lo buscan en Bolivia?”, palabras exactas.
Posteriores investigaciones llevaron la búsqueda del cadáver al río que cruza el balneario, en pampas, en propiedades. El último espacio que les queda por explorar es un jagüel, un agujero profundo en medio de la nada, donde se cree que no solo está Solano sino los cuerpos de otros que perecieron brutalmente.
Este 25 de enero a las 9 de la mañana, justo en feria judicial que será interrumpida, el juez de Garantías de Choele Choel Roberto Gaviña, ordenó que un grupo de especialistas se abra paso en el jagüel. El costo de la operación: 3 millones de pesos. Al principio nadie estaba en condiciones de cancelar pero finalmente que quedará a cargo de la Justicia de Río Negro.

En febrero comenzará el juicio a los siete policías imputados por su pérdida. Algunos son los mismos que "no" pudieron encontrar a Solano cuando se les ordenó buscarlo.  


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