“Ustedes están
preguntando mal”, dice el hombre que se ha dado cuenta de que somos
periodistas y andamos hurgando donde no nos llaman. “Lo que ustedes
tienen que preguntar es quién está detrás de este asunto”,
insiste. “A ver, esperá, (grita un nombre, el de un empleado) vení
contales”, sigue.
El joven nos mira
con unos ojos preocupados como es de esperarse. “Dale, contále”,
persevera el empresario.
“En mi barrio
apareció un hombre ofreciendo 500 mangos para ir a Mascardi por el
día. Había que estar todo el día. A mi prima le ofrecieron pero no
quiso ir”, cuenta.
La cifra de los 500
pesos hace un tiempo que da vuelta por los rincones de Bariloche. Se
menciona pero no se corrobora. Este joven lo expresa de modo directo
al periodista.
-¿Quién era la
persona que ofrecía el dinero?, peguntamos.
-Un puntero, no me
acuerdo bien el nombre (pronuncia algo que va de camino de
convertirse en un apellido).
-¿Algo más?
-Yo no lo conozco,
mi prima sacó una foto del diario porque quería saber bien quién
era, me la mandó, pará, te la muestro.
El empleado abre una
imagen en su celular y la pone frente a los ojos del cronista. Es un
político con fuertes vínculos con el kirchnerismo.
-¿Estás seguro?
-Si (y vuelve a
intentar con el apellido)
En el Alto de
Bariloche ir a Mascardi ha tomado un nombre, le llaman “changuita”.
El padre de Rafael Nahuel, Alejandro Nahuel, aseguró a la prensa
local que su hijo había estado para “dar una mano”. Luego
profundizó: el 25 de noviembre de 2017, día en que este murió
durante un operativo de Prefectura Naval, estaba haciendo una
“changa”. No era el único en esa condición, insisten en los
barrios Islas Malvinas, 2 de Abril y Nahuel Hue, los sectores más
humildes de la ciudad.
Un persona que se
encontró con el padre y la madre, Graciela Salva, en su casilla del
barrio Nahuel Hue, tuvo acceso a la versión familiar de porqué
estaba Rafael Nahuel en un terreno ocupado ilegalmente cuando él era
un soldador y no tenía compromisos con los mapuches.
El hombre reconoció
frente a esta fuente que su hijo había ido a trabajar y la madre
expresó que Rafael le había solicitado que le lavara y planchara la
ropa porque esa noche -sábado 25 de noviembre- iba a salir a bailar.
Quedó establecido que el joven esperaba tener dinero en la mano al
volver de Mascardi. La madre también aclaró que, contrariamente a
lo que declararon mapuches de la toma, Nahuel no pretendía poseer un
terreno en el predio tomado. Ya había comprado el suyo en el Nahuel
Huel y quería levantar una casa.
Fuentes de la
provincia de Río Negro revelan que están al tanto de estos
“reclutamientos” de jóvenes desempleados y con apellido mapuche.
El día en que el
grupo Albatros de Prefectura Naval patrullaba Mascardi se encontraron
de frente, en la versión de los efectivos, con entre 25 y 30
mapuches o militantes armados en la zona alta de la montaña. Este
dato fue corroborado por un integrante de la comunidad mapuche que
señaló a la prensa que eran “un montón”.
El proceso de
ocupación en Mascardi siguió lineamientos que comienzan a
transformarse en una estrategia de los grupos radicalizados mapuches.
Después de que la familia Nahuel-Colhuan determinó que una joven
machi había descubierto que Mascardi era el espacio adecuado para
sus prácticas medicinales, los aborígenes apelaron a una coalición
de fuerzas capaces de invadir el predio con violencia. En el interior
del territorio se observan jóvenes vestidos con estilo militar. Sin
embargo, el pago por los servicios diarios, “las changas”,
tendría origen en sectores políticos que se encargarían de
financiar estas tomas. El rédito es una posibilidad no remota en
estos casos.
Conflicto y
controversia, prensa y momentos de desestabilización, son parte de
la ganancia, opinan analistas y funcionarios en la Cordillera.
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