Colgando de un
árbol, en el campo donde pastaban las tropillas de caballos,
habíamos dejado una carnada. El festín del león. Mi abuelo quería
agarrarlo mientras intentaba desgarrarla. Bajo la lluvia a veces me
tocaba ir solo, arriba del Flecha hasta la trampa. ¿Qué haría yo
si me encontraba con el puma?. Sus ojos, los míos. Frente a frente.
Nunca me lo explicó. A veces llevaba un rifle. A veces un cuchillo,
pero yo sabía que pelear a cuchillo limpio con un puma era
imposible. De un manotazo mi abuelo había visto cómo partía en dos
a sus mejores perros. Un puma siempre es un león. Su cuerpo
plástico, su fuerza indómita, su carácter misterioso como un
brujo. Nadie puede dominar la mente de un león. No es como en las
películas. Los cuchillos no lo atraviesan. Las balas no lo alcanzan.
Cinco perros. Ocho perros grandes pueden rodearlo pero tres morirán
antes de que otros cinco tiros de 9mm lo derriben.
Mi abuelo me contó
que ni siquiera muerto puedes confiar. La reacción de su pata
afilada es capaz de acabar con otro animal. Los tontos se acercan con
el sudor fresco. Victoriosos. Y en un último espasmo, el animal
parte sus cuerpos como un queso.
Amo los leones-pumas
desde que era un niño. ¿Qué querés ser cuando seas grande?, me
preguntó la maestra, en la época en que todavía me cagaba encima
en plena clase. Quiero ser un león, le respondí. Ah, domador de
leones, se sobreexplicó ella. No, león de león, le respondí.
El campo de la
trampa tenía el suelo verde y amarillo. Los vacunos y los caballos
pastaban una vez al día. Era un banquete. El aire frío. El aire
húmedo. El aire como silencio en oleadas. A unos cuantos kilómetros
las montañas como una pintura anónima. Un valle que jamás recorrí.
Campo negro. Montañas azules de 2000 metros y en medio una franja
oscura. La silueta de una mujer desnuda.
No había música en
mis oídos. La música era la lluvia que golpeaba mi sombrero. No
había gente. Solo animales. Perros. Pájaros carpinteros.
Cada tanto, en la
madrugada me despierto como extrañado. ¿Estoy en el campo? ¿Mordió
el puma su trampa? ¿Alcanzo a disparar antes de que se marche?
Una vez maté a un
mastín de un solo tiro en su frente. Me había mordido y no lo
perdoné. Así es el campo. La tierra lejana. A un pollo le torcí el
cogote. Le incrusté mi cuchillo a un cordero. Partí en dos una
libre. Y a un zorro. Y a un guanaco. Y a un bicho rarísimo que decía
¡croack!Nunca pude con un puma. Porque los pumas no son animales.
Son dioses.
¿Cayó en la
trampa, abuelo? El dios gato juega a que no existe. Su mirada es el
universo siguiente. Lo que ve en sus pupilas es la puerta a lo que no
sabes.
Llueve. Pienso en
una piel que conocí. En el perfume de los subterráneos de Londres.
He vuelto. He marchado. El beso más caliente jamás recibido fue el
de una mujer que parecía un lince.
Su piel como el
asfalto. Sus labios como los labios de un ángel caído.
El aire frío. La
lluvia sobre mi sombrero. Abro las manos. El espíritu dice que si.
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